El fruto siempre verde

Recogerá la muerte un fruto amargo, un fruto siempre verde». Estos límpidos versos de Manuel Astur, reminiscentes de la obra de Whitman y Mary Oliver pero también de la poesía clásica china, son un sentido canto a la vida en que el mundo natural ejerce a un tiempo de cálido refugio e inevitable recordatorio de nuestra fi nitud. Destellos exógenos de una cruel belleza traen al poeta ecos del pasado, a la vez que una secreta intuición para sosegar el dolor tras la caída del fruto siempre verde de la vida.