Los espejos -afirma Séneca- fueron inventados para que el hombre se conozca a sí mismo. Prohibido a los varones, en la Antigüedad el espejo separa y a la vez reúne a los sexos, ya que asiste a la mujer para el encuentro con el hombre. En el ojo del espejo es un libro a dos voces: una de ellas cuenta la progresiva reconquista, por parte de Ulises, de su identidad y su condición de rey de Ítaca. La segunda voz se refiere al espejo. Objeto paradójico, sirve como operador simbólico para pensar la relación entre los sexos en la antigua Grecia y como objeto de una disciplina autónoma, la catóptrica, rama de la óptica dedicada al estudio de la reflexión. |