Los dos poemarios de los que consta este libro tienen entre sí profundas concomitancias, que derivan de que ambos ofrecen un acercamiento obsesivo y desgarrado a aquellas muertes que se nos hacen inasumibles. El que la elegía se convierta en algo herético dista de ser una provocación sino, más bien, la constatación de un fracaso; el fracaso de quien, perdiéndose en el laberinto de un lenguaje lúcido y convulso y de palabras a menudo inapropiadas, no acierta a seguir el rastro de amor que deja la desaparición de seres queridos. |