Por los infinitos y ricos dones con que el cielo a Galatea había adornado, fue querida y con entrañable ahínco amada de muchos pastores y ganaderos que por las riberas de Tajo su ganado apacentaban: entre los cuales se atrevió a quererla el gallardo Elicio, con tan puro y sincero amor cuanto la virtud y la honestidad de Galatea permitía. De Galatea no se entiende que aborreciese a Elicio, ni menos que la amase; porque a veces, casi como convencida y obligada a los muchos servicios de Elicio, con algún honesto favor le subía al cielo; y otras veces, sin tener cuenta con esto, de tal manera le desdeñaba que el enamorado pastor la suerte de su estado apenas conocía... |