| En 1934, quizá sin saberlo, los últimos hombres que descendieron a las profundidades de las minas de San Quintín clausuraron la explotación con su postrero esfuerzo. Curioso epitafio el de aquel lugar de la Mancha, grabado bajo la tierra con pico, marro y barrena. Después de medio siglo de trabajos intensivos, la jaula del pozo emprendió uno de los trayectos más difíciles; el de no retorno. Atrás quedaron sinsabores, malos recuerdos y accidentes mortales; delante aguardaba un porvenir incierto. Con este libro, nos acercamos a una parte del devenir de este enclave minero, recuperando el subsuelo como escenario histórico y subrayando la labor de los médicos que allí prestaron servicio. No cabe duda de que Eladio León y Ángel Ortiz cumplieron con el juramento hipocrático y que intentaron apartar de los mineros cualquier daño e injusticia, aunque no siempre lo consiguieron. Sin embargo, el fracaso no les resta mérito. De la misma forma, se reconstruyen las especiales circunstancias que posibilitaron la ceración del hospital minero de Puertollano. Sus muros fueron testigos de lo que aconteció con los heridos y del abnegado esfuerzo de Pedro Pérez López, el médico gallego que batalló contra la dejadez de los empresarios y trabajadores |
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