La poesía burlesca y satírica que editamos en este volumen contrasta con la más culta y bella que incluíamos en el primero. Quevedo se burla de todo y de todos: seres mitológicos, personajes de la historia o de su tiempo, como su famosa enemistad con Góngora, cuyo culteranismo rechaza en sonetos, letrillas y romances mediante las metáforas más exageradas. Desde su profundo conocimiento y amor por el idioma dio las mejores lecciones de conceptismo, removiendo los sentidos de las palabras de manera sorprendente gracias a su habilidad como creador de voces nuevas. Supera a todos en la hipérbole y la desmesura: construye sonetos enteros a base de metáforas hiperbólicas, como el famoso dedicado a un hombre de nariz grande, además de parodiar las composiciones tradicionales del romancero, que conoce a la perfección. |