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En el caso de Beatriz RodrÃguez y este poemario hecho a la vez de desierto y esbeltez, atravesado por vocablos duros pero Ãntimos. Esta intimidad está y no podrÃa ser de otra manera, atravesada por la autenticidad y la Ãntima verdad. Este es a un tiempo libro de vocablos y de voces, sale de la órbita de las apariencias para ir a las esencias despojadas de todo cuanto en ella hay de arte artificial: expresión directa de purificación, versos y palabras, de periodos rodeados de lo no poético convencionalmente y de la poesÃa pura en su despojamiento gracias a la emoción directa.
El libro es completo, es cabal en su entraña y propósito, lo cual se muestra en las etapas de la evolución creadora y en el adiestramiento tanto de la composición como de la consciencia de hacer poesÃa: esta consciencia no es otra que buscar esencias.
Pero es una mano igualmente rodeada por lo secreto y por el misterio, por aquello que alienta detrás de las presencias y Beatriz RodrÃguez sabe que el mundo entorno tiene una mirada única para cada ser, y que con cada ser se entabla también un diálogo único. Hay realidades que a solo unas cuantas miradas les es dado entrever.
Junto al lar familiar se alza la naturaleza, lo mismo que al lado de la caricia una mano al viento, pero insisto que no es la búsqueda del "efecto" poético sino de la verdad humana, propia, sola y suya, que al ser mostrada puede hacerse general, tocar a otros y transformar a otros, enriquecerlos, volverlos a sà mismos como hacia sus cosas.
Búsqueda de una voz sincera, sin artificio, sin efectos, pero sà con una fuerza peculiar que viene de aquello que ha conseguido tocar el hondón de nuestra alma. SÃ, una palabra "búsqueda", y al lado suyo otra: "necesidad", y al lado aún otras dos: "urgencia" y "amor". Es el darse que viene directamente de los dones de Dios, los magos o de los ángeles guardianes.