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Spinoza y la polÃtica: ¡qué paradoja, a primera vista, en esta simple formulación! Si la polÃtica es del orden de la historia, he aquà un filósofo en el cual, todo su sistema se presenta como el desarrollo de la idea de que conocer es conocer a Dios, y que Dios es la Naturaleza misma. Si la polÃtica es del orden de la pasión, he aquà un filósofo que se propone conocer (intelligere) los deseos y las acciones de los hombres "a la manera de los Geómetras ... como si fuera cuestión de curvas, superficies y volúmenes".
Si la polÃtica es la toma de partido en la actualidad, he aquà un filósofo para quien, justamente, la sabidurÃa y el soberano bien consisten en concebir todas las cosas singulares "desde el punto de vista de la eternidad". ¿Qué nos podrÃa decir que no sea pura especulación? Sin embargo, él mismo no vio ninguna contradicción, muy por el contrario, en la combinación de la inteligencia y la convicción, del concepto y la práctica.
Al comenzar su Tratado PolÃtico, y retomando las mismas expresiones, se propone alcanzar "las conclusiones que concuerdan mejor con la práctica", dice, "deduciéndolas de la propia condición de la naturaleza humana ... con la misma libertad de espÃritu a la cual los matemáticos nos tienen acostumbrados", a fin de conocer las acciones humanas por sus causas necesarias, "en lugar de burlarse de ellas, deplorarlas y maldecirlas". Y la primera gran obra de su madurez, el Tratado Teológico-PolÃtico, habÃa sido un libro de combate, un manifiesto filosófico y polÃtico en el cual no serÃa difÃcil encontrar algunos detalles irónicos o de preocupación, si no de condena.