Como cualquier persona que se quiera a sí misma para mejor querer a las demás, el poeta no puede ser ajeno ni a lo que ocurre a nuestro alrededor, ni a la herencia de pautas de conducta, de saberes y normas, de leyes y costumbres, que imponen⎯con el único afán de mantenernos uncidos a su yugo⎯ fe, prejuicio, pod er, desidia y hábito. Tanto en el ámbito de la comunidad de ciudadanos y los asuntos públicos, como en el amistoso y familiar que atañe a nuestra vida cotidiana. Horadar los cimientos de esa herencia, hallar las grietas, para hurgar en ellas, de este aciago presente, es la⎯¿estéril?⎯ tarea de estos versos |