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Puede que algunos piensen que el mundo no tiene necesidad de los poetas. Pero, entonces, sin poesÃa. ¿Dónde Ãbamos a depositar nuestras dudas? ¿Dónde el desorden de nuestro nombre? ¿Nuestros sueños fuera de circuito, nuestro altivo deseo de belleza, de confusión, de rebeldÃa? ¿Para qué escribimos? Escribimos para fijar las cosas, porque queremos reencontrar nuestro ser más Ãntimo, aunque sea para luego volverle la espalda. Porque intentamos que una brizna de hierba nuestra permanezca sobre la tierra, porque creemos que mientras haya un libro y unas manos despiertas que lo abran, existimos. Y asÃ, MarÃa José y todos nosotros, podemos alcanzar esa nueva dimensión de las palabras cada vez que invoquemos este LIBRO DE LOS DONES.