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Para mÃ, este es el relato, en clave ficticia, de una desaparición. Adelaida GarcÃa Morales se hizo célebre gracias a la pelÃcula El Sur de VÃctor Erice, basada en la narración homónima de la escritora, y a la novela El silencio de las sirenas. Tras un éxito fulgurante, su figura comenzó a volverse borrosa, pues no era una escritora prolÃfica y el resto de sus libros corrieron peor suerte. Además, la rondaba una fama de rara e inexpugnable. Me sorprendió que, tras su muerte, solo unos cuantos medios se hicieran eco del deceso, y que nadie se reclamase deudor de su obra. ParecÃa un fantasma, lo cual, por otra parte, alumbraba una coherencia siniestra entre cómo habÃa acabado sus dÃas y las mujeres espectrales de sus ficciones. A estas reflexiones se unió, unos meses más tarde, una anécdota. Al parecer, Adelaida se habÃa presentado, poco antes de morir, en la Delegación de Igualdad de Dos Hermanas, donde residÃa, para pedir cincuenta euros con los que poder comprarse un billete de autobús para visitar a su hijo en Madrid. La anécdota evidenciaba una precariedad que no era solo económica. Enseguida se gestó una escena en mi cabeza: Adelaida GarcÃa Morales acude no a una Delegación de Igualdad, sino a una concejalÃa de Cultura, y es atendida por una concejala cuya principal preocupación es que no se le note su ignorancia