Disponible sota comanda
Montevideo noir retrata los tempranos 60 para ambientar una historia de la que emana una negrura densa y para muchos todavÃa invisible. ¿Keller es un canalla o un hombre vÃctima de las circunstancias? Quizá usted pueda juzgarlo una vez que lea la novela.
Montevideo, abril de 1964: la ciudad apacible pronto va a ingresar en un tiempo de violencia polÃtica. El paÃs es gobernado por el Colegiado y la palabra crisis aparece con insistencia en las noticias. No obstante, la convivencia social discurre en la engañosa calma que precede a las tormentas.
Ese otoño, un hombre viudo de mediana edad llamado Keller vende la casa familiar y alquila un modesto apartamento en el barrio Parque Rodó después de que su hijo emigra a Australia. Con la mudanza, Keller accede a una nueva vida de hombre solitario que quiere dejar atrás el pasado. A partir de la lectura fortuita de Asesino a sueldo, una ignota novela policial que descubre en su biblioteca, conocerá los pliegues más sombrÃos de su alma.
Obsesionado por Beatriz, su joven vecina, Keller se entrega al juego que el siniestro Murray Sullivan, protagonista de la novela, parece enseñarle página tras página. Ese prendizaje y su amor imposible por Beatriz empujan a Keller a trasponer lÃmites que nunca soñó cruzar. AsÃ, el juego intertextual entre lo que lee y lo que vive ambienta una trama
de crÃmenes que no da respiro al lector.
Montevideo noir reafirma a Hugo Burel en el género de la novela negra con los solventes recursos narrativos que ya habÃa desplegado en El corredor nocturno (Alfaguara, 2005), El desfile salvaje (Alfaguara, 2007) y su reciente y premiada El caso Bonapelch (Alfaguara, 2014). Esta vez indaga en la mente alienada de alguien que deambulará por la Montevideo de hace medio siglo en busca de una nueva identidad. El casino del Parque Hotel, la tienda La Ópera, la confiterÃa La Alhambra y el emblemático café Sorocabana de la plaza Cagancha son algunos de los escenarios en donde Keller nos revelará su mundo inquietante, en el que la liberación y la catarsis necesitarán de un acto compulsivo y absoluto para manifestarse.