Nunca es tarde para morir, Mr. Braden

Novela histórica pero, sobre todo, novela negra, policial, con personajes como el detective Rosebud —un ‘duro’ que arrastra un pasado difícil, una figura entrañable de rasgos angulosos, al estilo de su admirado Philipe Marlowe, también incluido aquí con un sorprendente papel secundario—. La tarea de Rosebud consiste en desentrañar una intriga casi surrealista en la que personajes reales e imaginarios se relacionan, persiguen, odian, amenazan y asesinan llevados por ambiciones y designios políticos y personales en una travesía que pasa por El Salvador, París, Madrid, Londres y nos conduce a Washington, Nueva York, La Habana y Buenos Aires.
Las investigaciones de Rosebud y de su amigo Marco Brennan, suerte de Spencer Tracy en tecnicolor, transitan por caminos paralelos: el de la alta política con sus juegos de guerra, sus traiciones y sus víctimas; y el de los subterráneos de la perversión, con proxenetas, sicarios y policías corruptos a menudo relacionados con la sordidez del poder mundial. Espionaje, episodios de los años 70 como el “Watergate” y macartismo. Junto a Nixon, aparece el temible Hoover, capo del FBI, el despreciable senador McCarthy, el republicano español Gustavo Durán, Nelson Rockefeller y John Maynard Keynes. Un entramado lleno de enigmas y guiños de complicidad donde asoma la figura patética de Ernest Hemingway como doble o triple espía, el pintor Siqueiros y las magistrales trompetas de Louis Armstrong y Miles Davis.