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Borges y Bioy Casares compartieron cincuenta años de amistad literaria, buena parte de los cuales los pasaron encerrados, escribiendo juntos. Eran el mismo otro: un tercer escritor, inasimilable a uno tanto como al otro, profundamente excéntrico. De ahà que Bustos Domecq y Suárez Lynch -los alias con que formalizan la existencia del Tercer Escritor- sean algo más que seudónimos. Son escritores de derecho, tan autores como los autores que los inventaron. En ese otro llamado Bustos Domecq o Suárez Lynch descubrieron la posibilidad prematura, y por eso doblemente fascinante, de esa experiencia de balbuceo, inestabilidad y desequilibrio que Adorno llamó "estilo tardÃo", y que los artistas, según él, sólo alcanzaban una vez que eran dueños absolutos de sus medios artÃsticos. El estilo tardÃo es el malestar hecho estilo, una suerte de implosión que sacude la obra y la vuelve contra sà misma, al precio incluso de liquidarla. Esa obra maestra enferma, irreconocible para sà misma, Adorno decÃa que sólo podÃa aparecer al final de algo. Con la obra del Tercer Escritor, Borges y Bioy demostraron que también podÃa aparecer en el medio, en una zona de pasaje, que la pasión polÃtica podÃa ser su motor activo, el chiste al cuadrado su lógica de vértigo y la risa su signo, su huella digital y su música.