¿Decadencia o reconfiguración?
las MonarquÃas de España y Portugal en el cambio de siglo (1640-1724)
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A lo largo de los años del cambio de siglo la MonarquÃa hispana se encontró en una encrucijada: o bien seguir la polÃtica hispana de Felipe II (Monarchia Universalis), o asumir los dictados de Roma y subordinarse a su jurisdicción. Felipe III optó por esta segunda opción y el papado le concedió el sobrenombre de MonarquÃa Católica. A partir de entonces, los principios sobre los que la MonarquÃa hispano-portuguesa proyectó su polÃtica y estableció su cultura estuvieron basados en el universalismo de la confesión católica dictados por Roma. Los tratadistas polÃticos se vieron obligados a reformular una teorÃa polÃtica que defendiera y justificara la subordinación del poder de la MonarquÃa a Roma, al mismo tiempo que las nuevas Órdenes religiosas descalzas catequizaban a la sociedad en una espiritualidad que dependÃa directamente de Roma. Muy pronto, se demostró que el seguimiento de esta polÃtica resultaba contradictorio y perjudicial para el sostenimiento e institucionalización de la MonarquÃa. El mantenimiento económico de la polÃtica católica recayó en la MonarquÃa (preferentemente en Castilla), que no encontró más recursos que el establecimiento de impuestos y el ahorro en la concesión de mercedes y gratificaciones a sus súbditos.
Desde este punto de vista, la llamada decadencia de la MonarquÃa Católica -durante el reinado de Felipe IV- se caracterizó por una serie de contradicciones. Por lo que respecta a la MonarquÃa portuguesa también se le planteó un nuevo reto tras la independencia obtenida en la misma época. Los Braganza necesitaban una reconfiguración de su MonarquÃa para poder subsistir con independencia.