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Bernardo de Claraval honraba más al valioso que al linajudo. En el mito caballeresco por excelencia, el ciclo artúrico, la espada espera clavada en la piedra al que sea capaz de sacarla y alzarla en virtud de su virtud. Un chico de borrosos orÃgenes que funge de escudero o de sirviente logra extraerla: se llamaba Arturo. Hay una espada para cada persona, lo mismo que cada cual tiene su propio corazón de piedra del que ha de desenvainarla. Saquemos de la piedra que somos la espada que seremos.