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El 27 de septiembre de 1975, al alba, el régimen franquista cerró su historial de ejecuciones con el fusilamiento de cinco condenados por terrorismo. El último en morir acribillado fue Xosé Humberto Baena, un joven militante gallego del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), acusado —sin pruebas ni testigos— de matar a un policÃa en la calle Alenza de Madrid. Allà habÃa huido Baena apenas meses antes, con la policÃa pisándole los talones por sus actividades clandestinas, justo cuando el FRAP estaba a punto de emprender una escalada de violencia que pretendÃa derrocar una dictadura ya agonizante.
A horas de ser fusilado, recibió la visita de su padre, que quiso saber al menos si su hijo era realmente culpable: «Lo siento, papá, pero no puedo darte este consuelo. No fui yo quien lo mató».
¿Ejecutó Franco al hombre equivocado? ¿SabÃa Baena el nombre del verdadero autor del atentado? En esta historia no hay claroscuros: todo es oscuridad revestida de secretos que, durante medio siglo, han permanecido sellados por leyes de impunidad y pactos de silencio.