Los estados de ánimo se han convertido hoy en dÃa en auténticos estados de opinión y tienen una repercusión importante tanto en la polÃtica como en las elecciones. Las emociones pueden provocar resultados inesperados, pues votamos cada vez más con el corazón y esto pone de manifiesto los lÃmites de las promesas electorales y de la racionalidad. Saber entender la atmósfera emocional en la que se desenvuelve lo polÃtico deviene crucial para poder interpretar nuestro presente. Poner el acento en la recepción y no en la emisión polÃtica implica nuevas lógicas y nuevos desafÃos.
Necesitamos un nuevo lenguaje que sea capaz de explicar la nueva realidad que nos envuelve, el desprestigio de la polÃtica, la desafección, los miedos que hoy contaminan los escenarios polÃticos de todo el mundo. Y para ello, es imprescindible que la polÃtica democrática se rearme con mayores fundamentos de psicologÃa social y neurociencia.