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Cuando Carmen recorre las rutas y carreteras de este espacio, cuando atraviesa el paÃs en coche, en camello, en moto, en bicicleta o en su particular autobús mágico, cuando se activa y se potencia su oÃdo interno al máximo, la visión homogénea de las cosas desaparece y todo empieza a formar parte de una obra pictórica fragmentada y diversa, siente que puede narrar a diario el azar de lo inesperado. Por este mosaico magrebà aparecen y pasean continuamente personajes de un preciosismo surreal extraordinario, percepciones geométricas encantadoras, instantáneas reveladas de un colorismo magnético, deÂseos efÃmeros expresados con distintas partes del cuerpo, situaciones de un exotismo ambiental psicodélico: plegarias sufÃes, exuberancia beat, rosas y ruedas solares, aullidos fotográficos, colocones eróticos, guitarras eléctricas alucinatorias, penetraciones olfativas de pachulà o gasolina, el sosiego que proporciona el rito del té, evocaciones del rock entrelazadas con cánticos y danzas gnawa, floraciones arquitectónicas, desafÃos morales en terrazas o habitaciones de hotel, interrogatorios a Dios... Todo este mapa sensorial contempla y nos ofrece Carmen en un sinfÃn de destellos impresionistas, marcada por una geografÃa cultural y un ánimo salvaje, conectando con un ardor sagrado en su mÃstica femenina, tan parecida a la feliÂcidad. Ella me ha dicho que tiene el sueño repetido de ser enterrada en el cementerio civil de Larache, que su tumba se halle cerca de donde se alzan las de Juan Goytisolo y Jean Genet. Asà sea.