Fray José de San Juan de la Cruz y el arte rococó en La Rioja
Ferreira Fernández, Myriam (ed.)
Instituto de Estudios Riojanos, 2018
(Arte ; 15)
318 p.
9788499601137

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Hace poco más de un año, al empezar las obras de rehabilitación del Instituto Sagasta de Logroño, salieron a la luz restos del antiguo convento de Carmelitas que se ubicaba en el solar del mismo. En ese convento de Carmelitas habían vivido durante siglos decenas de religiosos, aunque en el campo artístico hubo uno que destacó sobre los demás: se llamaba fray José de San Juan de la Cruz.
Nacido como José de Ágreda, procedía de una familia dedicada fundamentalmente a la construcción. Siendo joven entró como lego en los Carmelitas, formándose en Navarra como religioso. En Corella, mientras completaba su formación, trabajaba como cocinero del convento. Sin embargo, la cantidad de obras arquitectónicas que se realizaban en la localidad debieron requerir que los directores de la obra, tal vez por la tradición arquitectónica de su familia, lo emplearan como discípulo en las obras arquitectónicas. Quince años después, fue él el que se convirtió en el principal tracista carmelita de la región, realizando trabajos en Navarra, La Rioja, Burgos y el País Vasco. Fue uno de los introductores del rococó, un estilo exótico y aristocrático que en esa época se relacionaba con la corte madrileña y que él aplicó abundantemente al arte religioso. A él se deben la inesperada iglesia de San Gregorio de Sorlada en Navarra, curvilínea y delicada como una porcelana; la sacristía de la Catedral de Burgos, exuberante y ornamental o el convento de carmelitas de Lesaka, con la sobriedad de las primitivas construcciones de la orden carmelita.