Necrosis de la posmodernidad
Maestro, Jesús G. (ed.)
Academia del Hispanismo, 2016
(Publicaciones académicas)
(Biblioteca Giambattista Vico ; 41)
246 p.
9788416187379

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La literatura tiene quien la escriba —pues sobran autores—, pero no tiene, con la misma frecuencia, quien la interprete: porque, cada día más, faltan transductores debidamente educados. Leer no es interpretar para los demás, sino para uno mismo. Un lector es un intérprete sin poder. Por eso, muchas veces, la literatura no tiene quien la interprete, aunque tenga quien la escriba. La interpretación exige un poder que la haga efectiva.
La esencia literaria de una obra, es decir, su materia literaria, su ser literario, no depende solo del lector. Algo así sería un reduccionismo de los cuatro materiales literarios (autor, obra, lector e intérprete o transductor) a uno solo de ellos (el lector). En esa falacia y reduccionismo incurrió la estética de la recepción de Jauss e Iser, y sus seguidores.
Tampoco todo esto puede reducirse solo al transductor o intérprete. La literatura es cosa de cuatro. No es un ménage à trois como consideraban Jakobson y los estructuralistas acríticos que le siguieron (emisor, mensaje, receptor). Semejante matraca la repitieron durante más de medio siglo, como si nada. No cabe mayor ni más miope simplismo. Aún hoy, en Francia, y en muchos otros países, siguen con lo mismo. Acríticamente, siguen con lo mismo. Y en media España, también. Así está la Teoría de la Literatura: hoy, como hace más de 50 años