Nicolás Alpériz
Romero Portillo, José
Diputación Provincial de Sevilla, 2020
(Arte hispalense ; 119)
164 p. 20x14 cm.
9788477984559

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Pocos pintores de la escuela sevillana concitaron tanto aprecio como Nicolás Alpériz (Sevilla, 1865-1928), justo cuando se acentuaban las rivalidades entre artistas, ya desprotegidos de mecenazgos y al acecho de premios en exposiciones oficiales. Acaso por su modestia o por apartarse de la competencia cainita, Alpériz se ganó el cariño permanente de compañeros, marchantes y críticos, que lo consideraron, no obstante, como una de las figuras principales de una época compleja y cambiante, en la que aún se apreciaba la tensión entre el academicismo y la vanguardia. Su obra, que bebió de las fuentes estéticas de los maestros Eduardo Cano y José Jiménez Aranda, estuvo marcada por unos orígenes humildes –fue sastre antes que pintor–, por la independencia creativa y por una acertada combinación de temas, entre los que se incluían composiciones históricas, retratos, ilustraciones para libros... Pero, por encima de todo ello, los contenidos que singularizaron a Alpériz fueron las escenas costumbristas –sus intrahistorias de tono literario, protagonizadas por gente humilde, especialmente niños– y los paisajes, género que proyectó con un renovado espíritu plenairista desde Alcalá de Guadaíra, su particular locus amoenus, pueblo en el que residió durante largas temporadas y en el que la pintura se convirtió en vía de escape y supervivencia. O bien, en pura necesidad. Lo suyo, como él mismo apuntó, fue hacer «arte por pan».