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En sus relatos misioneros, que forman una parte importante de su producción, Horacio Quiroga incorporó a nuestra literatura un ambiente natural y social hasta entonces desconocido. Un espacio exuberante sobre el cual el Estado Argentino iba asentando su dominio a comienzos del siglo pasado, desalojando progresivamente a sus pobladores de la etnia tupiguaranà y transformando su ámbito, lo que era una forma de desarticularlos socialmente. Los recursos valorados por los nuevos ocupantes eran la yerba mate y una variedad de maderas nobles, aprovechadas a través de una tala irracional.
Alrededor de estas riquezas se construyó un andamiaje humano estratificado, en el que convivÃan grandes y pequeños obrajeros, sus mayordomos y ayudantes (entre estos, los que formaban pequeñas milicias privadas), distintas categorÃas de comerciantes, reclutadores de mano de obra y un ejército de hombres necesitados de trabajo, los mensús, objeto de la codicia y la crueldad de todos los otros. El cuadro de explotación del hombre por el hombre es una parte central de un escenario reflejado en estos cuentos, en los que también se da la lucha de los seres humanos con la naturaleza (el sol implacable, el monte impenetrable, la fauna peligrosa, el rÃo bravÃo) y el combate de los animales entre sÃ.