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Hay, en Balada de los Tiempos DifÃciles, mucho de filosofÃa de barrio humilde barcelonés, de educación sentimental acunada por las canciones de la radio, por el rumor del mar y el olor del puerto y las sirenas de los barcos. Ferran escribe de su tiempo, pasea por las estrechas calles llenas de recuerdos dónde suceden putas, obreros, juegos, peleas, amores, caras conocidas que fueron barridas por el tiempo y han sido sustituidas hoy por una abigarrada mezcolanza de inmigrantes que se buscan la vida entre la miseria y la expectación de un mundo globalizado. En esas calles del Rabal, Ferran trata de encontrar sus raÃces personales, familiares, vivenciales, pero todo ha sido borrado; y ahora, curiosamente, él es el extraño. Su casa ha sido destruÃda, su calle fagocitada por una nueva rambla, nada queda allà más que sus recuerdos: la A pintada dentro de un cÃrculo, los sueños de libertad, las banderas que alentaban a la revolución... todo ha desparecido.
Desde su poesÃa, Ferran nos invita a nuevos actos de valentÃa social, de desobediencia, a no tener miedo por lo inesperado, lo que aún no se sabe, lo que podrÃa arder dentro del sueño libertario que hoy late en el corazón de los indignados, los solidarios, los que dicen basta, los que llenan las plazas y hablan del fin de la esclavitud, de los partidos, de los lÃderes, de la mercancÃa, de la corrupción, de la injusticia, los que reivindican la dignidad, los derechos humanos, la solidaridad, el apoyo mutuo, la democracia directa, la asamblea de los iguales, el derecho al trabajo, a la cultura, a la sanidad, a la casa, a la vida... junto a esas luciérnagas nocturnas, intermitentes, descreÃdas, Ferran coloca su poesÃa que también es un hacer en ese largo camino de la UtopÃa.