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«El roble de Goethe en Buchenwald», asà se titula el último texto que escribió Joseph Roth, en 1939, antes de morir. Se trata de un artÃculo muy breve. Es fácil caer en la tentación de pensar en dicho escrito como en una suerte de testamento, si no fuera por la advertencia, ineludible, que encontramos en uno de sus párrafos: «El simbolismo nunca ha resultado tan barato como hoy en dÃa». Nuestra época (aún más que ese hoy ya lejano desde el que Roth reflexiona sobre su presente) se nos antoja a menudo carente de sÃmbolos y, sin embargo, quizá la verdad sea más bien la contraria. El motivo que da pie al texto de Roth ofrece, sin demasiado esfuerzo, una lectura simbólica. El simbolismo está ahÃ, a la vista de todos. Cualquiera puede sacar fácilmente conclusiones. La indignación está servida. Y sale gratis. En el campo donde tantos prisioneros fueron torturados y asesinados se levantaba incólume el roble a cuya sombra Goethe iba gestando sus grandes obras. Es fácil, demasiado fácil, darse golpes de pecho, alzar la voz, invocar los verdaderos valores humanÃsticos o, incluso, por qué no, con cierta coqueterÃa intelectual apenas disimulada, afirmar o negar con igual contundencia la posibilidad de escribir poesÃa después de Auschwitz. Demasiado sencillo.
