En demanda de la isla del rey Salomón
navegantes olvidados por el PacÃfico Sur : (relaciones de los viajes de Ãlvaro de Mendaña, Pedro Fernández de Quirós y Diego de Prado)
Gil, Juan (ed.)
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“Desde la más remota antigüedad, la imaginación humana gustó de poblar el mar de islas fabulosas para depositar en ellas todos sus anhelos, pero también todos sus miedosâ€. Con este sugerente comienzo arranca el académico Juan Gil su ensayo sobre los viajes de Mendaña, Fernández de Quirós y Diego de Prado en busca de la isla del rey Salomón (también conocida como Ofir). Un territorio mÃtico que, en pleno siglo XVI, se perfilaba como una suerte de tierra prometida en aguas del PacÃfico sur.
Tras la tenaz búsqueda del tornaviaje que permitió colonizar el archipiélago filipino y el asiento en el Sudeste asiático, la isla de Salomón fue de nuevo objeto de codicia y el mito áureo tomó un matiz más indÃgena: Ofir se transformó en El Dorado, y el brillo del oro embaucó tanto al vulgo como a los descubridores.
En 1567 el gobernador del Perú decidió armar dos navÃos capitaneados por don Ãlvaro de Mendaña en los que se embarcaron los personajes más indeseables de Lima. La travesÃa fue tranquila y en unos meses fueron alcanzando Santa Isabel, San Cristóbal y otras islas australes hasta que la marinerÃa presionó a Mendaña para abandonar el archipiélago de Salomón siguiendo la ruta de tornaviaje hacia la Nueva España. Las relaciones que dio el navegante desilusionaron al oidor, pues en las tierras descubiertas no habÃa “muestra especierÃa, ni de oro ni plata... y la gente era toda desnudaâ€.
A pesar de las crÃticas sufridas, don Ãlvaro volvió a España en 1572 y logró que el rey le concediera una nueva capitulación para poblar las islas occidentales. Largos años en espera del permiso y penurias que incluso lo retuvieron en prisión, se sumaron a la irrupción de Francis Drake en el PacÃfico rompiendo cincuenta años de hegemonÃa española. Años de repliegue que se centraron en la defensa más que en la conquista y que Mendaña aprovechó para contraer matrimonio con Isabel de Barreto. Gracias a su dote y al beneplácito del nuevo virrey del Perú pudo emprender un segundo viaje en abril de 1595 con Pedro Fernández de Quirós como piloto mayor. Pero una vez más, cundió el descontento entre la marinerÃa al ver que allà no habÃa rastro de las riquezas anunciadas. Mendaña pues, se vio desbordado ante las intrigas de su mujer, la falta de vÃveres y la enfermedad del escorbuto que acabó con su vida.