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Ya tenemos República. ¿Sabrán los hombres defenderla?
Ayer, después de echada mi carta anterior, me dijeron que en telégrafos ondeaba ya la bandera republicana, que a las tres de la tarde habÃa tomado posesión el gobierno provisional. Llegué al teatro y me dijeron que a las cinco se proclamarÃa la República desde el balcón del Ministerio de la Gobernación. Dejé el auto y a pie me fui a dar vueltas por la Puerta del Sol. No quise perderme el espectáculo. La plaza estaba llena, las bocacalles que afluyen a la Puerta del Sol, atestadas de gente. El momento fue de una emoción intensÃsima. Desde las cinco hasta las seis y media que salió el Gobierno al balcón con la bandera republicana, el oleaje iba en aumento. Muchas personas, muchos curas, no se veÃa maldad en nadie, ni rencor; solo una gran alegrÃa y en muchos ojos lágrimas. Yo me pregunto: ¿toda esta gente era republicana? Hoy han declarado fiesta nacional. Las muchachas llevan lazos rojos. Carruajes llenos de banderas rojas y republicanas, canciones y coplas, griterÃo ensordecedor. A mà la cabeza ya no me resiste más. Hoy me parece una carnavalada. ¡Quiera Dios que mañana vuelva toda esa gente a trabajar! Hasta ahora no hay más que alegrÃa, pero, si se torciera, el gesto de esa gente darÃa miedo. En palacio, desde antes de salir el rey, está la bandera republicana. El gentÃo por plazas y calles es enorme. Los monumentos todos están con banderas republicanas. Isabel la Católica, en la cruz, lleva también la bandera. Pobre señora, ¡¿quién se lo iba a decir?! En mà la curiosidad puede más que el miedo y quiero verlo todo.
(Margarita Xirgu, Carta a su hermano Miguel, fechada en Madrid el 15 de abril de 1931) a tenemos República. ¿Sabrán los hombres defenderla?
Ayer, después de echada mi carta anterior, me dijeron que en telégrafos ondeaba ya la bandera republicana, que a las tres de la tarde habÃa tomado posesión el gobierno provisional. Llegué al teatro y me dijeron que a las cinco se proclamarÃa la República desde el balcón del Ministerio de la Gobernación. Dejé el auto y a pie me fui a dar vueltas por la Puerta del Sol. No quise perderme el espectáculo. La plaza estaba llena, las bocacalles que afluyen a la Puerta del Sol, atestadas de gente. El momento fue de una emoción intensÃsima. Desde las cinco hasta las seis y media que salió el Gobierno al balcón con la bandera republicana, el oleaje iba en aumento. Muchas personas, muchos curas, no se veÃa maldad en nadie, ni rencor; solo una gran alegrÃa y en muchos ojos lágrimas. Yo me pregunto: ¿toda esta gente era republicana? Hoy han declarado fiesta nacional. Las muchachas llevan lazos rojos. Carruajes llenos de banderas rojas y republicanas, canciones y coplas, griterÃo ensordecedor. A mà la cabeza ya no me resiste más. Hoy me parece una carnavalada. ¡Quiera Dios que mañana vuelva toda esa gente a trabajar! Hasta ahora no hay más que alegrÃa, pero, si se torciera, el gesto de esa gente darÃa miedo. En palacio, desde antes de salir el rey, está la bandera republicana. El gentÃo por plazas y calles es enorme. Los monumentos todos están con banderas republicanas. Isabel la Católica, en la cruz, lleva también la bandera. Pobre señora, ¡¿quién se lo iba a decir?! En mà la curiosidad puede más que el miedo y quiero verlo todo.
(Margarita Xirgu, Carta a su hermano Miguel, fechada en Madrid el 15 de abril de 1931)
Un documento excepcional para conocer la personalidad teatral, polÃtica, religiosa, humana y vital de esta gran actriz catalana.
