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Es una tarde de enero de 1949 y Carol se acerca caminando con desgana al cine Delicias. Lleva tacón alto, medias negras y una gabardina a medio abrochar. La platea está abarrotada: en los carteles se anuncia la reposición de Gilda, y hay cola para disfrutar de ese cuerpo de mujer hecho de curvas y sonrisas, pero a Carol eso poco le importa. En vez de sumarse al público, sube a la cabina de proyección. Allà la espera FermÃn Sicart, el encargado, que a cambio de unas monedas y una triste merienda, va a disfrutar de sus encantos. No es la primera vez que Carol y FermÃn se encuentran entre bobinas y vasos sucios, pero hoy algo se tuerce y Carol no saldrá viva del encuentro.
Cuando ya han pasado más de treinta años, en el verano de 1982 alguien se empeña en convertir en pelÃcula estos hechos escabrosos. Los expedientes hablan claro: hubo un crimen, una vÃctima y un asesino. FermÃn, reo confieso, recuerda muy bien cómo estranguló a su querida Carol con un cinta de celuloide, pero ya no sabe por qué. Al hilo de esta pregunta Juan Marsé construye una espléndida novela que nos guÃa por los callejones de la memoria y el olvido, sabiendo muy bien que a veces los recuerdos son bombones envenenados.