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No correrÃamos riesgo de exagerar si dijéramos que Joseph Fouché probablemente haya sido uno de los personajes más emblemáticos y controvertidos de la historia. Es notable cómo, a lo largo de los años, pasara lo que pasara, siempre era Fouché el que quedaba a flote. Ambicioso, deseoso de poder, frÃo, apoyó la Revolución Francesa de 1789 y se unió a los girandinos, que en ese momento eran mayorÃa. Cuando Maximilien de Robespierre entra en escena, los intereses de Fouché se desplazan y se adhiere a los jacobinos. Pasa de ser un monárquico moderado a un jacobino radical. En el Comité de Salvación Pública, vota a favor de la ejecución de Luis XVI. En 1794, Fouché es quien envÃa a Robespierre a la guillotina. Después de tres años de ostracismo, Fouché se convierte en ministro de PolicÃa, desde donde construye una red de espionaje en toda Francia, que le permite propiciar el golpe de Estado que termina con Napoleón Bonaparte en el poder. En todo momento de la historia, hasta su muerte en 1820, Fouché logró acomodarse para siempre salir airoso. Y eso incluye burlar a las autoridades que lo querÃan llevar preso al escapar, cual serie hollywoodense, a través de una ventana mientras los policÃas esperaban que saliera del baño.
La historia ha relegado tranquilamente a la última fila de las figuras insignificantes a un hombre que dirigió a todos los partidos de una revolución mundial y fue el único en sobrevivirlos, que derrotó a un Napoleón y a un Robespierre en un duelo psicológico. Hoy, nuestro tiempo quiere y ama las biografÃas heroicas, porque de su propia pobreza de lÃderes polÃticamente creativos busca ejemplos superiores en el pasado. No niego el poder expansivo del alma, fortalecedor y espiritualmente edificante de las biografÃas heroicas. Han sido necesarias para cada generación naciente y cada nueva juventud desde los tiempos de Plutarco. Pero es precisamente en la esfera polÃtica donde encierran el peligro de falsificar la historia, es decir, como si las verdaderas naturalezas dirigentes hubieran determinado siempre el destino real del mundo.