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A finales de 1944, la guerra parecÃa decidida y su final inminente, ante el desplome de una Wehrmacht agotada y acorralada. Pero Hitler intentarÃa cambiar el curso de los acontecimientos mediante una última ofensiva en el oeste. Si tenÃa éxito, tal vez forzara a los aliados a una paz por separado para poder concentrar todas sus fuerzas contra el feroz enemigo soviético.
Para ello eligió un terreno que habÃa propiciado la resonante victoria de mayo de 1940: las Ardenas. Ante las confiadas fuerzas angloestadounidenses, logró concentrar sus reservas y lanzar un ataque con un gran despliegue de medios acorazados, cogiéndolos totalmente por sorpresa.
Durante las primeras y vitales 48 horas parecÃa que, una vez más, los alemanes podrÃan lograr una resonante victoria haciendo valer su superioridad cualitativa y táctica. Pero pronto se desvaneció la ilusión y la inusual resistencia y el inevitable contraataque aliado restablecieron el equilibrio en el frente.