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Si algo caracteriza a los materiales reunidos en La isla Posible. Debates sobre ideologÃa y revolución en Cuba. (2022) es la perseverancia y la tenacidad con las cuales el autor invita a su público a despejar el terreno de un bosque abigarrado de maleza y yuyos envenenados, atravesado por senderos y falsos atajos que no conducen a ningún lado bueno. (PodrÃa acaso preguntarse: “¿bueno para quién?†Pues bueno para el pueblo cubano y los pueblos de Nuestra América, opuestos a los intereses de los monopolios de origen norteamericano que pretenden recuperar su antiguo casino mafioso y su viejo cabaret perdido hace más de medio siglo).
Con una paciencia envidiable, Ubieta se interna por varios laberintos tortuosos, donde las palabras clave y las señales que marcan la dirección del camino pretenden ser resignificadas para expropiar a la revolución de su prestigio histórico, su enorme fuerza moral y su mÃstica que le han permitido ejercer durante décadas una influencia polÃtico-cultural de alcance continental. “Socialismoâ€, “democraciaâ€, “cultura†y muchas otras, pretenden vaciarse de su significado histórico para asà poder adecuarlas a las necesidades geoestratégicas del imperio, siempre deseoso de lograr en la isla caribeña el eternamente frustrado “cambio de régimenâ€.
Agotada la vÃa terrorista clásica de las bombas, invasiones, asesinatos “quirúrgicos†y otros mecanismos trillados y repetidos hasta el hartazgo por el complejo industrial-militar del Pentágono, la CIA y la Casa Blanca, los principales estrategas estadounidenses del “golpe blandoâ€, las “revoluciones de colores†y las “guerras hÃbridas†han cambiado su modus operandi frente a Cuba. El ex presidente Obama, que repartió sus energÃas durante años entre las aspiraciones al Premio Nobel y la propaganda de cremas dentrÃficas y cepillos de dientes (que mostró en sus campañas publicitarias y sus viajes —Cuba incluÃda- hasta el cansancio) fue, quizás, la máxima expresión de ello. TodavÃa hoy provoca suspiros nostálgicos en algún que otro académico cubano claudicante que adapta sus agendas de investigación y el contenido de sus revistas al mainstream posmoderno, falsamente multicultural, de la Academia gringa, para asà lograr subsidios, un par de becas o aunque sea un viajecito (perdón, “pasantÃa académicaâ€) a la Tierra Prometida.