Disponible bajo pedido
Sonia volvÃa de un aburridÃsimo curso de gestión de nóminas cuando encontró la nota: «Me marcho, Sonia, te lo puedes quedar todo: la casa, el coche, los peces. Estás
insoportable desde que has dejado de fumar». Sonia, con la nota en la mano, miró el enorme acuario: nunca le habÃan gustado los puñeteros peces. Y ahora ella tenÃa que cuidar del pez diablo azul de Kevin, del pez globo con cara de perro, del pez cirujano. Cojonudo. Para colmo de males, le habÃan cortado la lÃnea de teléfono por impago. HabÃa tenido un problema con el consumo de datos. Adiós, WhatsApp. Se quedaba offline. Fuera del mundo. Sin teléfono, hoy dÃa, estás muerto. Recordó la canción de Robe Iniesta, Locura transitoria: «Se mete en mi cabeza / se enciende dentro / un puto rayo que no cesa». Sonia pensó en lo fácil que es descentrarse, a veces. Entonces lo decidió. Ya no tenÃa nada que perder. Con la marcha de Kevin ya lo habÃa perdido todo. Llevaba años buscando trabajo, sin éxito. HabÃa echado mil ochenta y cuatro currÃculum, sabÃa la cifra exacta porque los habÃa contado, para trabajar como auxiliar administrativa por menos (cada vez menos) de mil euros en la recepción de hoteles, despachos de abogados, fábricas, almacenes, tiendas de ropa y todo tipo de empresas. Y nada. Al paÃs le sobraban administrativos. Desde que perdiera su trabajo en la antigua Caja de Ahorros de Madrid