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“Me levantaba a las seis de la mañana, pintaba las obras que ensamblaba con la ayuda de un carpintero y al mediodÃa comÃa con gente que me presentaban. Entre mi trabajo y las salidas con muchas personas nuevas, el tiempo pasaba sin darme cuenta y me divertÃa. Una vez que le tomé la mano al lugar y al avanzar con mi obligación de entregar las obras para una exposición, las mujeres y las drogas, como siempre, empezaron a darme sensaciones especiales, pero también empecé a notar un cambio drástico cuando los vÃnculos se acababan y me quedaba solo: una especie de paranoia infantil con respecto al miedo a la oscuridad y al encierro me trastornaba. PreferÃa el riesgo de que me asalten y me peguen en la calle al riesgo de enfrentarme con mis pensamientos que se dedicaban a imaginar que un fantasma habitaba en la casa.â€
