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¿Por qué ver las pelÃculas de Yasujiro Ozu? Porque son divertidas. Porque son tristes. Porque son tranquilas. Porque son vertiginosas. Porque en los dÃas inquietos tranquilizan y en los dÃas tranquilos inquietan. Porque nos enseñan un lenguaje que nos rodea y que sin embargo a menudo no escuchamos ni entendemos, el lenguaje de los cigarrillos caÃdos, de los golpes enrabietados, de los calzoncillos al viento, de las sonrisas melancólicas, de los bigotes desmayados, de las barbas falsas y de muchas otras cosas. Porque están vivas. Porque son un mundo que nunca se agota. Porque contienen multitudes. No se trata de escribir sobre Ozu para definirlo o cerrarlo sino, al contrario, para hacer sentir hasta qué punto no es posible definirlo ni cerrarlo. Para, nombrando y contando algunos personajes, gestos, objetos y lugares, hacer intuir todos aquellos que se quedan fuera, todos aquellos que en el libro no son nombrados ni contados. Para invitar al lector a que se ponga a su vez en camino y, recorriendo las pelÃculas de Ozu, descubra otros personajes, gestos, objetos y lugares, aquellos que él no podrá olvidar, aquellos que le acompañarán, que le tranquilizarán en los dÃas inquietos, que le inquietarán en los dÃas tranquilos.
Este libro es una invitación a viajar por Ozu y también a jugar con él. Es una baraja despareja: por cada una de las 37 pelÃculas que se conservan, una imagen. 37 imágenes como cartas echadas al azar sobre la mesa, para entretenerse, para apostar, para leer lo que fue, será, podrÃa ser.