Disponible bajo pedido
Tarteso es una realidad histórica que para la mayor parte del público sigue teniendo un significado mÃtico, legendario e incluso esotérico. Esta percepción deriva de la confusión que ha generado la búsqueda de la ciudad de Tarteso, de la capital de un reino cantada por historiadores y geógrafos de la Antigüedad. Son muchos los que creen que Tarteso aún está por descubrir, pues desconocen los numerosos poblados, necrópolis, santuarios, o la enorme cantidad de objetos que lo definen.
Hacia el siglo X antes de nuestra era comenzaron a llegar a la vertiente atlántica de la PenÃnsula Ibérica los primeros objetos de origen mediterráneo, implantándose asà las primeras relaciones comerciales entre las culturas de sendos mares. El objetivo era intentar abrir un nuevo mercado que ofreciera a las potencias en pleno desarrollo colonial productos como el oro, la plata o el estaño, y fueron los fenicios los primeros en dar el paso decisivo para aprovechar estos recursos a gran escala. Gracias a la colonización se introdujeron nuevas tecnologÃas y productos, al tiempo que se transferÃa todo un sistema sociocultural que transformó la base ideológica de la cultura indÃgena.
El debate se centra hoy en el protagonismo social y económico que pudieron haber tenido las diferentes comunidades asentadas en Tarteso. Por un lado, a los indÃgenas, a los que la historiografÃa tradicional define como los auténticos tartesios, se les unieron poblaciones que inmigraban desde la periferia. Por otro lado, los fenicios tampoco eran ajenos al territorio, pues desde la llegada de los primeros orientales a la PenÃnsula hasta la crisis de Tarteso, hacia mediados del siglo VI a.C., pasaron casi trescientos años, es decir, nueve generaciones que difÃcilmente pudieron sentirse ajenas al paÃs donde habÃan nacido ellos y buena parte de sus antecesores.
Las causas que motivaron el final de Tarteso también son motivo de una viva discusión. Aunque no hay datos arqueológicos que permitan apoyar la idea de una cruenta ni repentina desaparición, es lógico hablar de crisis, si bien el término no tiene por qué implicar la total destrucción de su cultura; de hecho, las zonas periféricas de Tarteso, principalmente el valle del Guadiana, pero también algunas áreas concretas en torno a la desembocadura del Tajo, siguieron preservando buena parte de la esencia cultural tartésica hasta comienzos del siglo IV a.C.
Apoyado en los últimos avances de la investigación, el lector podrá encontrar en las páginas del libro las claves que le ayuden a comprender la verdadera realidad del mundo tartésico.